miércoles, 2 de junio de 2010

Vida sintética


Estamos en la era iconoclasta, en la que estamos cambiando o destruyendo todo lo establecido; la cultura de miles de años para reformular una nueva visión de la humanidad cimentando una cultura mesiánica. Ya no estamos para procrear. Estamos para crear.

Hace pocos días Hawking anunciaba la existencia de extraterrestres semejantes en su visión cultural a los humanos; a esta especie que se elimina a sí misma.

Hoy han desarrollado la primera estructura viva basada en unADN artificial. Craig Venter, el mismo que descifró el genoma humano, ha producido ahora la bacteria M. mycoides JCVI-syn1.0, que espera pueda ser parte esencial de un organismo más complejo que pueda atrapar el dióxido de carbono para producir tipos diferentes de hidrocarburos, es decir, combustibles.

Una célula sintética fabricada desde un cromosoma sintético. Es decir, una bacteria con vida propia. Se reproduce a sí misma, lo que la haría una fuente inagotable de energía.

No se ha creado vida, sólo se ha creado “un motor óptimo”, pero no es vida, ha dicho Lombardi, vocero del Vaticano. Julian Savulescu, profesor de ética práctica en la Universidad de Oxford, ha alertado la problemática ética de la “usurpación” de la vida,yendo hacia el camino de Dios.

A John Sulston, Nobel de Medicina 2002 y que fuera parte en secuenciar el genoma humano con Venter, le preocupa la mirada mercantil, ya que la comunidad científica no podrá ser parte y resguardar el desarrollo de este descubrimiento-invención de la codicia empresarial de la cual acusan a Craig Venter. Paradójicamente, y haciendo alusión a la capacidad de “dar vida”, Venter significa vientre (venter-ventris) en bajo latín (benedictus fructus ventri tui Jesu Sancta María Virgine), que estudió en el Colegio San Mateo, lo que nos recuerda al apóstol recaudador de impuestos y cuyo nombre significa “don de Dios”.

Somos testigos de uno de los pasos más trascendentales.

Nada se lo compara. Ni el supuesto alunizaje, ni la invención de la penicilina ni la de internet. Nada.

Estamos en la puerta de una fuerza tan impredecible y misteriosa como los hoyos negros de Hawking o la teoría del Big Bang que hoy se experimenta colisionando hadrones para “ver” cómo se inició el universo. Ésta es una era de misterios cabalísticos develados, de mitos hallados y de dioses caídos.

Estamos en la era iconoclasta, en la que estamos cambiando o destruyendo todo lo establecido; la cultura de miles de años para reformular una nueva visión de la humanidad cimentando una cultura mesiánica.

Ya no estamos para procrear. Estamos para crear.

Fines del siglo XX y comienzos del XXI serán para nuestra historia universal como lo fueron las eras del cristianismo, confucionismo, budismo o mahometanismo, en el sentido de ser tiempos fundacionales de nuevas culturas.

La visión occidental no nos ha preparado para estos quiebres de paradigmas. La creación, Dios, la ética y el amor como eje conductor parecen ya ser símbolos del pasado reciente.

Sismólogos sorprendidos por los movimientos telúricos del mundo asegurando que no tienen que ver unos con otros. Científicos escépticos con la vida sintética, pero fundamentando el ateísmo absoluto.

Otros creyentes de un Dios cósmico de armonía y caos.

Sin embargo, el efecto mariposa en lo natural, el genoma, los ciclos, ni la más simple cadena trófica les dice algo a algunos asustados de su ignorancia de la naturaleza y de la misma evidencia que muestra. ¿Qué quiero decir? Lo obvio: todo es un sistema que mantiene el equilibrio del universo.

Nuestra especie llegará invariablemente al exterminio si no ponemos ese equilibrio a guiarnos.

Da lo mismo cuánto avancemos, lo importante es qué haremos con la libertad que nos dan las ciencias.

Sus revoluciones de hoy no son los cambios de antaño. Son giros dramáticos de la cosmovisión guardada por siglos. Dios se nos aleja más mientras más lejos lleguemos con nuestras certezas.

¿Podremos vencer la codicia y el egoísmo para pasar al desarrollo sin destruirnos en el proceso del postcrecimiento de nuestras sociedades? ¿Puede la verdad de la ciencia sostenernos éticamente como la verdad de Dios? ¿Puede la ausencia del temor y respeto a un Dios transformar el sentido del amor en un factor ideológico y por tal sustituible? ¿Serán esas propias virtudes que los materialistas creen las que nos llevarán más lejos y a la aniquilación? ¿Algún día vamos a llegar a lo que entendemos por alma?

La Nación Por Orlando Alfonso Olave

lanacion.cl/

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